30 de julio, día de cómplices y cobardes
Al anunciar sorpresivamente aquel domingo en el Zócalo que “aquí nos vamos a quedar”, en un bloqueo que se extendería por Madero, Juárez y Paseo de la Reforma , López Obrador selló la suerte de su movimiento: ensoberbecido con su retórica insurreccional, apostó por la insurrección, pero en vez de acompañarlo, la gente se bajó en la siguiente estación del tren del fraude electoral. Algunos desorientados y desanimados; otros, en franca protesta contra una medida que tomaba como rehén la arteria femoral de una ciudad generosa con las causas de la izquierda por más de cuatro décadas.
Los 48 días del plantón de Reforma desfondaron al lopezobradorismo, no sirvieron para forzar el recuento de los votos ni, por tanto, para alcanzar el objetivo final de impedir que Felipe Calderón asumiera la Presidencia de la República. Desastre total.
Hablé entonces, y lo he seguido haciendo, con varios integrantes del círculo de poder de López Obrador y con líderes del PRD. Siempre reprobaron el bloqueo. Pero como los comunistas con los crímenes de Stalin, encogían y encogen los hombros con resignada complicidad, dicen que “así es Andrés Manuel” y que debían cerrarle el paso al “fraude de la derecha”.
Trescientos sesenta y cinco días después de aquel monstruoso error nadie se hace cargo de las implicaciones. Ya aparecerá un Nikita Krushchev que denunciará a gritos la estupidez. Cuando ya no exista López Obrador, claro.
Mientras llegue ese momento, el 30 de julio será el día de los cómplices y los cobardes.
Ciro Gómez Leyva