martes, julio 31, 2007

30 de julio, día de cómplices y cobardes

¿Cuántos simpatizantes perdió la izquierda mexicana por la decisión que tomó en solitario Andrés Manuel López Obrador el 30 de julio del año pasado? ¿Cuántos ya no regresarán?

Al anunciar sorpresivamente aquel domingo en el Zócalo que “aquí nos vamos a quedar”, en un bloqueo que se extendería por Madero, Juárez y Paseo de la Reforma , López Obrador selló la suerte de su movimiento: ensoberbecido con su retórica insurreccional, apostó por la insurrección, pero en vez de acompañarlo, la gente se bajó en la siguiente estación del tren del fraude electoral. Algunos desorientados y desanimados; otros, en franca protesta contra una medida que tomaba como rehén la arteria femoral de una ciudad generosa con las causas de la izquierda por más de cuatro décadas.

Los 48 días del plantón de Reforma desfondaron al lopezobradorismo, no sirvieron para forzar el recuento de los votos ni, por tanto, para alcanzar el objetivo final de impedir que Felipe Calderón asumiera la Presidencia de la República. Desastre total.

Hablé entonces, y lo he seguido haciendo, con varios integrantes del círculo de poder de López Obrador y con líderes del PRD. Siempre reprobaron el bloqueo. Pero como los comunistas con los crímenes de Stalin, encogían y encogen los hombros con resignada complicidad, dicen que “así es Andrés Manuel” y que debían cerrarle el paso al “fraude de la derecha”.

Trescientos sesenta y cinco días después de aquel monstruoso error nadie se hace cargo de las implicaciones. Ya aparecerá un Nikita Krushchev que denunciará a gritos la estupidez. Cuando ya no exista López Obrador, claro.

Mientras llegue ese momento, el 30 de julio será el día de los cómplices y los cobardes.

Ciro Gómez Leyva

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domingo, julio 15, 2007

Los 44 puntos y el fracaso del Pejeazteca

Ciro Gomez Leyva

El domingo en la noche se registró el rating más alto en la televisión mexicana en lo que va del siglo. La edición especial de tres horas de La fea más bella alcanzó 44 puntos. Para que se tenga una idea de lo que eso significa, la transmisión del partido Cruz Azul-Pumas tuvo 12 buenos puntos y diez la ceremonia de entrega del Óscar, en donde competían una docena de compatriotas.

Esta madrugada cumplió dos meses al aire un programa semanal que, en promedio, no ha superado el medio punto de rating: La verdad sea dicha (TV Azteca, martes, una de la mañana), el capricho de Andrés Manuel López Obrador para, según él, romper el cerco informativo que la televisión levantó contra su movimiento político.

Se escribió aquí el 8 de enero, día del lanzamiento de La verdad sea dicha: “López Obrador tendría que justificar por qué después de su penosa experiencia de 2006 en TV Azteca con La otra versión, programa irrelevante, con un rating de pena, regresa a la pantalla del Ajusco en un horario en donde superar el punto de rating será una proeza (…) gastando dinero para producir 30 minutos que nadie va a ver”.

Ese 8 de enero pensaba que el verdadero objetivo de La verdad sea dicha era expurgar a TV Azteca para que López Obrador pudiera cumplir su sueño de quedar cara a cara contra Televisa. Pero ha sido tal el fracaso del Pejeazteca que ni siquiera para eso le ha servido. Además de su rating de miniatura, el programa ha sido incapaz de dar una nota o abrir una polémica.

Un especialista en producciones y ratings me dijo hace poco que la genuina motivación de López Obrador era narcisista, era verse al menos una vez por semana en la tele. Y a un costo de más de un millón de pesos mensuales, pagados por sus simpatizantes.

Qué desastre.

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“Después del 2 de julio, platicamos”

Serpientes y Escaleras
Salvador García Soto
26 de febrero de 2007

Llevará tiempo desmenuzar todas las causas que llevaron a la derrota de Andrés Manuel López Obrador el pasado 2 de julio. Pero a siete meses de distancia, parece claro que todas remiten, de un modo u otro, al mayor error cometido por el candidato de la izquierda: la soberbia. Fue soberbia lo que hizo que López Obrador, por decisión unilateral, rechazara la concreción de alianzas estratégicas que le hubieran asegurado la victoria; tal vez uno sólo de los influyentes aliados que rechazó, le hubieran dado los 234 mil votos con los que al final, Felipe Calderón, y todos los intereses que se aglutinaron en torno a él, le arrebataron el triunfo.

“Nos vemos después del 2 de julio”. “Díganle que después del 2 de julio platicamos”. “Con ellos voy a hablar, pero después del 2 de julio”, fue la misma respuesta, que en distintos momentos de la campaña, dio López Obrador a quienes pedían verlo para ofrecer un pacto, negociación o algún tipo de alianza para la contienda.

El primer gran desplante del candidato se dio al arranque de la campaña y fue para empresarios y banqueros. A la luz de las encuestas, los hombres del dinero buscaban contacto con el que podía ser el próximo Presidente. Por febrero del 2006, Andrés Manuel empezó a desairar invitaciones a eventos y foros empresariales y de la banca. “¿Por qué no vas con ellos, por qué no hablas con ellos? En campaña hay que hablar con todos y ellos son parte de la sociedad”, le preguntó, a mediados de marzo, el periodista Ciro Gómez Leyva . “No voy porque ellos (los empresarios y los hombres del dinero) no están en mi agenda, no me interesan. Mi agenda está con la gente, con el pueblo… Voy a hablar con ellos, pero después del 2 de julio”.

Los principios, aseguraba López Obrador, están por encima de cualquier cosa. Si negocio con ellos ahorita, me van a querer atar las manos y no voy a ser un Presidente de compromisos. “Negociaré cuando tenga el poder”, era la explicación que daba a su equipo de trabajo, donde no todos apoyaban el enfrentamiento con los sectores empresariales.

La misma lógica aplicada a empresarios se repetiría con actores políticos que intentaban acercarse a ofrecer alianzas o acuerdos. Elba Esther Gordillo, por marzo del 2006, intentó acercarse a través de un amigo suyo del primer círculo de Andrés Manuel. La poderosa dirigente del magisterio, antes de pactar con Felipe Calderón, buscó entendimiento con López Obrador. La propuesta de Gordillo era que la Coalición por el Bien de Todos privilegiara en sus candidaturas a integrantes del SNTE que militan en el PRD; a cambio ofrecía apoyo operativo de los maestros en la campaña y el día de la elección. La maestra ponía dos condiciones: definición clara del PRD para privilegiar al SNTE por encima de la CNTE , y reunirse ella personalmente con López Obrador para sellar el acuerdo. Pasaron dos meses y para mayo, Manuel Camacho acudió al departamento de la maestra en Polanco. No había respuesta de AMLO y Elba Esther ya intensificaba contactos con el equipo de Calderón.

Cuando el tema fue tratado entre Andrés Manuel y su equipo, sus operadores le aconsejaban recibir a la maestra, aunque fuera cinco minutos. “Si yo hablo cinco minutos con esa señora, serían los cinco minutos más caros de mi campaña”, les dijo el candidato que volvía a argumentar que no quería compromisos que, ya en el poder, le fueran cobrados.

Diez días antes de la elección, por el 23 de junio, los lopezobradoristas comenzaron a recibir llamadas y mensajes de gobernadores del PRI que pedían reunirse con AMLO. “Ya empezó la desbandada”, decía un colaborador del tabasqueño. Entre los mandatarios priístas que se acercaron estaba nada menos que Enrique Peña Nieto. El gobernador de un estado estratégico para el resultado electoral buscó a Ricardo Monreal, con quien ya había tratado en su campaña, y le pedía una plática con Andrés Manuel.

La respuesta para Peña Nieto y para al menos dos gobernadores más del PRI que pedían hablar con él fue la misma de López Obrador: “Díganles que con mucho gusto platicamos… después del 2 de julio”.

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De Luis González de Alba

Calderón Presidente

En Calderón Presidente, Jorge Fernández Menéndez nos entrega un emocionante resumen de “la lucha por el poder”, subtítulo de su libro: el forcejeo que conmovió a México del 2 de julio al 1 de diciembre de 2006. Ni siquiera el descarado sabotaje de su “editor”, Grijalbo, alcanza a relajar la tensión que va de “La noche de un día agitado” a la sorpresiva toma de posesión del Presidente electo. A los mexicanos desmemoriados Fernández Menéndez nos ofrece, en 300 páginas, un condensado de la crisis iniciada por la mala fe del candidato perdedor y su nunca comprobado fraude.

Con datos y opiniones sustentadas, el autor nos recuerda que el 2 de julio “la elección fue limpia, sin conflictos graves, sólo fueron nueve las casillas que no pudieron instalarse; jamás en la historia electoral del país hubo tantas casillas cubiertas con representantes de la mayoría de los partidos.” No hubo impugnaciones serias durante el día, ni siquiera por parte de quienes representaban al PRD, porque no hubo nada serio que impugnar. Ya luego, ante la inesperada derrota, Andrés Manuel López Obrador arrojaría baldes de lodo hasta sobre sus miles de representantes voluntarios, acusándolos de haber firmado las actas del recuento voto por voto y casilla por casilla, efectuado la noche de la elección, porque se habían vendido. A la infame acusación no siguieron las pruebas. Pero es la tradición de ese personaje: el golpe que ya nadie quita.

Una somera revisión de los meses anteriores nos ofrece el panorama donde ya se pintaba la posible derrota de quien se había autoproclamado “indestructible”: el 26 de abril de 2006, el todavía candidato Felipe Calderón cita encuestas: todas reflejan que su campaña está subiendo “y todas, incluyendo las del propio Andrés Manuel, que él está cayendo rápidamente. En la que menos, ha perdido cuatro puntos. Y también todas están reflejando que la elección se está cerrando entre él y yo.” El Peje no toma providencias, no escucha a nadie, las encuestas están “cuchareadas” (y al menos yo nunca había oído el término, pero lo entiendo por el contexto), su gobierno en el DF no cometió errores aunque, sigue Calderón, “la deuda del DF pasó de 16 mil millones de pesos a 44 mil millones de pesos durante los gobiernos perredistas.” Andrés Manuel le dejó a cada familia del DF una deuda de 23 mil pesos sin jamás pedir permiso, concluye.

Pero lo esencial en Calderón Presidente son los hechos posteriores a la elección y el paulatino derrumbe de un liderazgo que parecía a prueba de videoescándalos, de muestras de corrupción y de abiertos desacatos a la ley. La encuesta divulgada por Ulises Beltrán y Asociados el 11 de septiembre “no dejaba lugar a dudas y exhibía datos demoledores”: sólo 7 por ciento apoyaba la llamada resistencia civil, apenas el 5 por ciento apoyaba los plantones en el Centro Histórico y Reforma, el 86 por ciento estuvo en desacuerdo con la toma de la tribuna para impedir el Informe. Mientras casi un 35 por ciento votó por López Obrador, “hoy sólo votaría por él un 18 por ciento.”

Una encuesta mide con una muestra la opinión de una población completa y el 71 por ciento percibe a López Obrador “fuera de sí”, 76 por ciento “desesperado”. Comenta el autor: “Pocas veces se había visto un derrumbe político tan espectacular en apenas dos meses”. Y lo dice con extremado tacto: yo no recuerdo ninguna, en ninguna parte del mundo.

Así llegamos hasta el intento, última carta, por impedir a la fuerza la toma de posesión del Presidente electo. El PRD cierra puertas de la Cámara de Diputados y las atranca por dentro con pilas de curules, emplea para eso gente de sus pandillas, como revelaron las fotografías. López Obrador mantiene un mitin desairado en el Zócalo y cancela su marcha. Felipe Calderón aparece en plena tribuna, como caído del cielo, y rinde su obligada protesta: concluyen 300 páginas de narración intensa, documentada con datos y cifras.

GRIJALBO. Indigna por eso mismo que los “editores” lancen misiles a la línea de flotación del texto. Hay erratas y hay actos perversos: una cosa es que se pierda una coma necesaria, se vaya un “pude” en vez de “puede” y otra que se vaya “u?ltimo”, “había instalado instaló”, “no recuerdaba”, etcétera. Si algunas escaparon al autor, recordemos que Fernández Menéndez escribe a diario y conduce varios programas, ¿no está su editor para cuidarlo? Sí, pero Grijalbo es ya una imprenta, y mala.

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martes, julio 03, 2007

Aparece hijo de AMLO como mando en PGJDF

No se sabe en qué área labora ni se encuentra en otros registros; el personal no lo conoce tampoco

Por: Cecilia García y David Vicenteño

02/07/2007

Inconsistencias entre bases de datos y documentos de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) impiden saber con certeza quiénes trabajan y en qué oficinas en esa dependencia. De acuerdo con documentación proporcionada por la Oficina de Información Pública, José Ramón López Beltrán, hijo del ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, forma parte de la estructura orgánica de la dependencia, pero no está registrado en qué área.

Excélsior tuvo acceso a documentos emitidos en atención a una solicitud en el marco de la Ley de Transparencia local. La investigación inició desde la oficina del diputado local panista José Antonio Zepeda Segura, quien es miembro de la Comisión de Justicia y que solicitó todas las fichas curriculares de las personas que desde el 5 de diciembre de 2006, fecha en que inició el gobierno de Marcelo Ebrard, ingresaron a la Procuraduría capitalina.

Aunque no se entregaron todas, entre las más de 300 fichas curriculares proporcionadas se encontró la del procurador Rodolfo Félix Cárdenas, quien es maestro en Derecho Penal por la Universidad de Barcelona. Ahí también está la de José Ramón López Beltrán, joven de 26 años, pasante de derecho por la Universidad de las Américas, quien es hijo de López Obrador.

La ficha del primogénito del político perredista lo identifica como "subdirector de Área C" de la Procuraduría capitalina, pero en un recorrido por las oficinas de la dependencia, fuentes de alto nivel y personal administrativo dijeron nunca haberlo visto ni saber en qué área podría estar desempeñándose.

La oficina, el teléfono y las funciones del procurador son conocidas e identificables; las de José Ramón López Beltrán, no.

De acuerdo con la ficha, el nivel en el que está registrado tiene un salario neto de 25 mil 467 pesos.

Ninguna de las personas consultadas en El búnker (como se conoce a las oficinas centrales de la PGJDF ) sabe qué área subdirije el hijo del tabasqueño; en las bases de datos públicas, en el directorio oficial y en las bases internas no se tiene registro de su nombre. Pero su ficha curricular existe y forma parte del expediente OIP/600/605/0822/06-07.

La investigación "parte de un seguimiento que estamos haciendo con la intención de que en la Procuraduría se cuente con los cuadros capacitados para combatir la delincuencia", de acuerdo con Zepeda Segura. También contiene las fichas del personal que se dio de baja desde el 5 de diciembre de 2006 hasta abril de 2007 y no existe el registro de que José Ramón López haya sido dado de baja de la estructura de la PGJDF.

¿El secreto mejor guardado?

Al conocer el expediente integrado por la oficina del diputado local panista Zepeda Segura, Excélsior intentó confirmar la presencia de López Beltrán como subdirector de Área C en la Procuraduría. Sin embargo, ningún funcionario o fuente pudo corroborar o desmentir la información.

"No lo he oído ni como rumor", comentó un fiscal, cuya identidad es reservada. Las fuentes consultadas incluyeron personal secretarial, agentes del Ministerio Público, policías judiciales, fiscales, representantes sindicales y funcionarios con acceso a las bases de informática y nómina de la dependencia.

En todos los casos la respuesta fue la misma: no existe rastro de la presencia del hijo de López Obrador en la PGJDF. "Si hubiera venido, todos lo sabríamos", fue el comentario generalizado.

De acuerdo con el legislador local, hay muchos detalles que este expediente revela, por lo que las motivaciones y conclusiones de la investigación serán dadas a conocer hoy a las 12 del día en una conferencia de prensa en las instalaciones de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal.

No hay directorio completo

Que haya fichas curriculares que no aparezcan en el directorio oficial —y al revés— revela que éste no está completo ni actualizado, y eso representa una violación al artículo 13 de la Ley de Transparencia y Acceso a la información pública del DF.

De acuerdo con la ley, las dependencias deben tener actualizada en internet la información relacionada con sus actividades y su estructura orgánica. Además, la autoridad está obligada a informar acerca de todas las personas que reciban, por cualquier motivo, recursos públicos.

La ley también establece que el directorio de funcionarios debe contener todos los datos oficiales, "desde nivel de jefe de departamento hasta el titular", y el documento se considera público, de modo que se pueda consultar para exigir la rendición de cuentas.

En el directorio de la PGJDF disponible por internet no hay datos de nivel de subdirector hacia abajo.

Incluso la Oficina de Información Pública de la dependencia reconoce que no dispone de un directorio completo y que, tras solicitarlo, "se envían correos a las diversas áreas para ver quién puede tener el más completo".

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lunes, julio 02, 2007

Dos de julio: el error

Vida nacional
Por: Pablo Hiriart

Hace un año ganó Felipe Calderón en una contienda desigual.

Enfrentó a un rival que por cinco años tuvo en su puño la fuerza de un estado, el Distrito Federal.

Todo el aparato del gobierno capitalino se volcó durante años y sin recato a promover la candidatura de López Obrador.

El gobierno de Fox, en cambio, apostó a otro candidato en la contienda interna del PAN, y perdió.

Cuando vio encima a López Obrador se dio cuenta que su equipo no tenía cohesión para frenarlo.

Tanta era la ventaja de López Obrador acumulada en cinco años de campaña, que antes de la elección dio a conocer los nombres de los que estarían en su gabinete.

Para él las elecciones eran un trámite previo a mudarse a Palacio Nacional.

No sólo López Obrador se daba como ganador indiscutible. También la mayoría de la opinión pública lo veía como inevitable.

Cuando Felipe Calderón se le puso enfrente, lo miró para abajo.

Rehusó ir al primer debate. Su coordinador de redes ciudadanas, Federico Arreola, explicó que no tenía caso debatir cuando la diferencia en las encuestas era tan grande.

“Me da flojera”, respondió AMLO con lacónica arrogancia.

Casi toda la prensa hacía campaña para López Obrador. Pintaban a Calderón como un niño chaparrito y sin talento.

El que ahora se dice “avasallado” por “los de arriba”, contó con el apoyo de grandes empresarios beneficiados con contratos millonarios de obra pública sin licitación de por medio.

Ahí estuvieron con él, en primera fila, cuando se registró como candidato ante el IFE.

López Obrador salía todas las mañanas en televisión, con entrevistas de hasta una hora. Suavecitas. A modo.

Con dinero público pagó 5 años de anuncios en televisión, donde aparecía con el pulgar hacia arriba, sonriente, con frases de campaña.

En el futbol, en Big Brother, en las telenovelas, en los noticiarios, hasta en la sopa salía López Obrador.

Su caja chica no tenía fondo. Era el Presupuesto del DF, disfrazado de fideicomisos que nunca rindieron cuentas.

Su equipo conformó un ejército de taxistas pirata que aportaban su cuota semanal a las organizaciones del PRD.

Igual cosa ocurrió con los ambulantes. Cuotas y más cuotas para la causa.

López Obrador avasalló durante la campaña.

Diez mil 500 spots en televisión le contabilizó el IFE.

Y hace justo un año, perdió ante Felipe Calderón.

Todavía no se reponen, él y su equipo, del resultado de las elecciones ni de los primeros meses de gobierno.

Calderón asumió el mando con gusto y con eficacia.

Demolió las deslealtades internas.

Recuperó la iniciativa política e informativa.

A los narcotraficantes que habían hecho del país un festín, los mandó extraditados a Estados Unidos y a las huestes del narco que quedaron en guerra interna les echó el

Ejército encima y recuperó territorios que tenían en su poder.

Restableció el diálogo con el PRI y sacó adelante una macrorreforma, la de pensiones del ISSSTE.

Tomó en sus manos las negociaciones políticas y acordó lo que va a ser una reforma fiscal.

Menospreciaron a Calderón y a su equipo.

Dijeron que a Los Pinos llegó un “kinder”, pero en ese grupo de jóvenes no hay traiciones ni fugas de información, como en el sexenio anterior.

Pintaron al secretario de Gobernación, Ramírez Acuña, como un provinciano inepto, y hace apenas unos días estuvo sentado en Los Pinos, con el Presidente y sus amables visitas: los gobernadores surgidos del Partido de la Revolución Democrática.

López Obrador y su equipo se equivocaron medio a medio.

Con la Ley del ISSSTE han querido provocar un caos nacional y no han podido.

Les urge el caos, para crear la percepción de ingobernabilidad que los haga ganar la Presidencia por default.

Así llegaron Evo Morales en Bolivia, Hugo Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador.

Aquí no han podido desestabilizar. Minimizaron a Calderón.

Y no van a poder, salvo que Calderón cometa el mismo error: minimizar a López Obrador.

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La creciente deuda con René Bejarano

En el plañidero y multitudinario recordatorio de su derrota electoral que, a sabiendas de que miente, insiste en presentar como “fraude” o “despojo”, Andrés Manuel López Obrador volvió a quedar en deuda con el individuo a quien tanto le debe y que encarna lo mejor y lo peor de quienes le profesan lealtad personal, ideológica y política.

Se trata de René Bejarano, el ex secretario y operador particular del entonces jefe de Gobierno, que fue a la cárcel por una sola causa: acarrear dinero sucio para las campañas del PRD en la capital.

Denostado y expulsado del partido por haber recibido inexplicables fajos de dólares de Carlos Ahumada, el fundador de la corriente Izquierda Democrática Nacional (IDN) no solamente ha mantenido su fidelidad a López Obrador, sino que ha seguido trabajando para él, primero en la celda que ocupó y luego desde su modesta (de verdad modesta) casa.

Más: participó en la organización de las movilizaciones de 2005 contra el desafuero.

Más: su agrupación fue decisiva en la preselección de la candidatura y triunfo de Marcelo Ebrard en la jefatura de Gobierno del DF.

Más: fue determinante en las movilizaciones poselectorales y el plantón Zócalo-Periférico que ordenó López Obrador.

Más: la concurrencia en la marcha y el mitin de ayer no habrían prosperado sin su activismo estratégico.

Más: para que no haya dudas, el propio René Bejarano reapareció el sábado en público, trabajando para… López Obrador.

No lo hacía desde noviembre de 2004 cuando fue a prisión, pero tampoco desde julio de 2005, en que recobró su libertad.

Se animó a salir de su ostracismo formal para conducir los trabajos de la IDN rumbo al Congreso Nacional del PRD, con el propósito de fortalecer la postulación del candidato de López Obrador a la dirigencia nacional del partido: el ex jefe de Gobierno, Alejandro Encinas.

¿Por qué a Bejarano su líder y guía no le concede un reconocimiento público, si no mayor, al menos parecido al que le hizo en el Zócalo a otro de los implicados en el acarreo de dólares, como es el ex delegado en Tlalpan, Carlos Ímaz, a quien hace un año le confirió la distinción de trabajar para su República patito?

La gratitud, sin embargo, no está entre las virtudes de López Obrador. Basta recordar que culpó inclusive a quienes acudieron a las casillas como sus representantes de haberse “vendido” para alterar los resultados.

No es ética la conducta vergonzante del PRD y menos aún la del “Presidente” pirata frente a los servicios que requieren de y que les ha prestado y sigue prestándoles René Bejarano.

En el primer aniversario del fracaso a que lo condujo su descomunal soberbia, López Obrador debiera tirar línea, sí, pero no sólo contra la propuesta fiscal de Calderón, sino para enfrentar la inmoralidad crónica en que se debate un movimiento que a tantos timó con el señuelo de “la esperanza”.

Carlos Marín - 30

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